domingo, 4 de marzo de 2012

Mantener la calma


Colores que pierden su esplendor, cuando la verdadera luz que los iluminaba se convierte sólo en la triste oscuridad que esconde tantos misterios. La soledad se impregna en cada centímetro de mi piel destruyendo el calor que alguna vez supimos albergar en ella. La tristeza crece, desde lo más profundo de mi alma y explota en mis ojos, dejando tras de sí el estallido de un grito que no oigo como propio, sino lejano y ajeno a mí. Inmersa en mi desesperación, me suelto las necesitadas cuerdas que alguna vez ataron mi dolor, y dejo que mi cuerpo fluya, fluya en la amargura. Mis pies pierden el control, se agitan descarriados y distendidos intentando encontrar en el aire donde se retuercen algún camino que ya hace mucho he perdido. Destituida de mi propio cuerpo, he perdido el famoso control que alguna vez había ejercido sobre cada parte de él. En el instante en que las luces se apagaron, me encontraba tan quieta, intentando en la quietud no desfallecer. Pero a estas alturas, me ha ganado el dolor y la victoria se la monta en un agitado y destructivo show.
No hay más lágrimas, ni más gritos. Sólo yo y un asfixiante calor. He perdido tus palabras, tus orgullos y tus miradas. Ya el ardor ha perdido el claro sentido que alguna vez tuvo. Y sólo es eso…ardor.
Mis ojos se han escondido en la entrañable oscuridad y han olvidado que un día, ella los traicionará. Mis manos están tiesas y no encuentran de dónde agarrar, pero han fingido que en los oscuro hay una baranda que las cuidará. Mis labios…no, ellos no se engañan, pero han aprendido a callar, no sea que en un momento de gritos, mis manos y mis ojos pierdan la estabilidad que, con mucho dolor, de mentiras y destrucción, han aprendido a adoptar amarrados con las cuerdas del control casi letal. Es importante mantener la calma, pero ¿Hasta qué punto esto es verdad?

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