domingo, 4 de marzo de 2012

Cuando el fogón pierde su esplendor..

Y es demasiado tarde para creer que mirar la luna puede saldar mis culpas. Demasiado temprano como para poder estar pensando en un nuevo sol. Pero es el momento justo, para arrimarme a pedirte perdón.
Las hojas del otoño, han podido enseñarme demasiadas cosas, pero la más importante, es que no hay verano que pase más rápido que aquel que se pasa junto a más de un sol, ni luz que se extinga más veloz, que la de la pasión. Nunca más encontré una respuesta para la pregunta que recibí aquella vez, en la que audaz y casi despiadado me hiciste palidecer “¿Y qué hace el ser humano, cuando acostumbrado a la luz del sol, queda en plena noche con el tenue lumbre de un fogón? ¿Qué haces si la libertad, se vuelve una prisión cuyos barrotes son el recuerdo de aquel amor? ¿Qué sucede si el ardor del pasado se hace más eterno que la pasión con la que vives el presente? ¿Es entonces cuando el fogón, pierde su esplendor?”.
Ayer me levanté siniestra, la tenue luz del sol, no podía aplacar el fuego eterno que se había encendido dentro de mí, un fuego que me quemaba, pero no me encendía.
Esa noche, decidí que el corazón es algo más que delicado y requiere de más que sangre para sentirse vivo… requiere de amor.

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