miércoles, 16 de noviembre de 2011

Sigo por vos

El sueño de una tormenta se convirtió en el cristal de la desesperación. Me vi atrapada por gigantes de plomo escondiendo mis recuerdos, ocultando mis flores y mis capullos. Me vi rodeada de fantasmas, amigables y tiernos, pero fantasmas al fin. Sentí el terror de la soledad derrotar la fuerza que me mantenía de pie, el cuerpo caer sobre un suelo que amenazaba quebrarse y la luz despedirse poco a poco, llevándose el calor y la esperanza.
La oscuridad es una cruel ausencia hasta en sueños, el silencio, un arma letal contra la cordura. Pero es el frío, el frío de la tormenta, el que de verdad destroza el corazón. Es el viento que azota el rostro, secando las lágrimas, pero mojando recuerdos, simula mantener conciente y lo único que logra es penetrar en la memoria; las gotas que como agujas, destruyen poco a poco la piel, hasta dejarte desnudo con tus penas, sin más abrigo que los recuerdos.
Sentí un murmullo extraño y vino la luz. Un fugaz recuerdo de tu risa me hizo sonreir. Sentí el calor decir que te pagaría lo que has hecho por mí. Luché por vos, sigo por vos. No me detendré nunca, hasta disfrutar el triunfo o irme contigo. Lo único que sé es que daré la vida por ti, por ti y todos los demás. Doy la vida por la vida y la vida por la ilusión.

Inundación

Y no soporto el silencio. No soporto imaginar tu voz e intentar olvidarla. No soporto ni el más suave sonido cuando me faltás vos. Me sofoca el silencio, me aturde y me marea. Todo se ve borroso, se me empañan las ideas. Un momento se cuela por la retina de mis ojos distraídos y ¡Ah! Mi perdición. Tu palabra de nuevo infiltrada en mí. Se esconde en el rincón más alejado de mi mente, me aturde como un secreto que no quiero escuchar, porque hasta el más tibio murmullo aturde el corazón cuando de verdad nos duele.
Todo se ha vuelto oscuro, siniestro. Pierdo las horas pensando una solución, una escapatoria, ¿de verdad eso busco? Tal vez sólo es la excusa perfecta para perder esta batalla, entre el corazón y la mente, la pasión y la sensatez. Sólo dejo fluir el dolor que la tempestad deja caer en mí, el grito desalmado de los rayos y el suave crepitar de la lluvia que de a poco me va destruyendo. Cada gota se convierte en una palabra tuya, cada charco en un momento.
La ciudad se ha inundado de ti y yo… Yo también.

Tormenta

Todo se vio reflejado en la pequeña gota de un charco, el grito, la desesperación, las corridas. Tal vez era una lágrima tal vez era la lluvia, nunca lo supe, sólo recuerdo el fugaz relámpago que me sacó del ensimismamiento. Luego vino el trueno, me sentí asustada, sentí el frío recorrer mi cuerpo y el calor implacable del miedo contrarrestándolo. Me encontraba perdida, sola, deprimida. Sólo podía recordar momentos, o ¿Tal vez fue mi imaginación? No lo sé, pero el grito sí que era real. Desesperación, miedo y por fin…el silencio.
La memoria, “¿Para qué rayos existe?” me pregunté. Sólo podía torturarme, me volvía a sentir aplastada por aquel cuerpo, volvía a sentir el calor de la sangre que me escurría de la sien, como una lágrima que se había escapado de la fría semblanza que intentaba aparentar. No sé cuanto tiempo estuve atrapada escuchando gritos, tal vez sólo fue un minuto. Pero ese grito, ¡Ay! ¡Ese grito! ¡Cómo me torturaba ahora! Me sentía prisionera de la culpa, de la complicidad, sentía que no haber dado la vida por él me hacía tan culpable como al monstruo que lo hizo…Pero no, era el momento de volver a la realidad, a la triste realidad. Miré hacia delante, la calle oscura, la lluvia que arreciaba contra los árboles, y los árboles que se movían en una excéntrica danza. Me sentí más sola que nunca, y en esa oscuridad surgió una luz. Creí ver la verdad, la ilusión y la realidad. “¡Es él!” me dije, y me acerqué. Comencé a correr, la desesperación se convertía en esperanza. Me sentí feliz, sentí sus ojos y su pelo, sentí sus palabras, su piel. Lo seguí, lo corrí. Venía hacia mí. No había nada que pudiera separarnos. Y entonces… sentí el impacto. El fuerte impacto de la motocicleta contra mí. Pobre muchacho, no tenía ninguna culpa, pero en estas historias el final siempre es triste, no es un cuento de hadas. Me sentí caer, caer al vacío, desparecer. Sentí como cada uno de mis instantes volaba en dirección a la nada, terminaba, todo se iba, nada importaba ya. Pero me sentí libre, sí. Sentí la libertad correr por mis venas, por esas venas que ya no tenían pulso. Sentí el dolor transformarse en júbilo. Sentí la sangre como lágrimas de alegría. Y entonces, lo sentí a él. Sentí su piel, sentí su olor. Sentí que en ese instante, todo terminaba para siempre y yo era tan feliz.

¡Desde este lado de la cordillera, también levanto sus banderas!

Compañer@s Chilen@s, sólo soy una estudiante argentina de 14 años de edad, mi aporte no es el mayor, pero quiero creer que desde mi lugar, puedo colaborar apoyando su lucha. Creo en ustedes y en sus banderas, desde este lado de la cordillera digo ¡Basta a la mercantilización de la educación! Pienso en ustedes como el ejemplo de una lucha, que busca no sólo el cambio en el sistema educacional sino el cambio social, político y económico. L@s veo y l@s admiro. Admiro el empeño y las fuerzas, admiro como se levantan más, luego de cada represión. Su intensidad y su creatividad. Sus logros y sus objetivos, ¡Es que han logrado muchísimo! Desde su organización y movilización encontraron la unión y la esperanza. Han conseguido dejar de lado las diferencias e integrar todas las protestas en una sola, buscando lo mejor para tod@s, buscando una sociedad más justa, donde el gobierno y l@s gobernantes estén por la misma meta: el bienestar del pueblo.
Es su palabra firme, es su accionar y su manera. Son esas fuerzas que se forman desde lo más puro del ideal, esas movilizaciones que buscan sólo apoyar un sueño que está aferradísimo al corazón, un sueño de justicia. Están por un bien común y son much@s l@s que hoy están anteponiéndolo a un interés individual y eso es lo más delicioso de ser humano. Decidir anteponer el logro común ante nuestros propios fines, no sólo es un triunfo como persona, sino un orgullo como comunidad.
Compañer@s, son el ejemplo, hoy están mostrando una unión y una fuerza de voluntad inquebrantable. Hoy levantan sus banderas con más ímpetu que nunca, después de todo lo sucedido, ustedes no se callan, ustedes siguen gritando, gritando su rabia y su esperanza. Y yo grito con ustedes, agito sus banderas y marcho por sus causas.
Hoy el mundo se está enfrentando a algo que hace un tiempo había olvidado, es la unión de una sociedad, la unión del estudiantado con el proletariado. La unión del pueblo contra la indiferencia de los gobiernos. La unión de las esperanzas y de las ilusiones. La unión de los intentos y de los logros. La unión de la lucha y la derrota, pero que siempre se mantendrá en pie. La unión de tod@s y cada un@ de l@s que buscan un mundo más justo, ¡Rodead@s por tanta estafa, todavía creemos en la posibilidad del cambio, hoy tod@s junt@s luchamos por la educación y por el trabajo para tod@s!

Luciana Osuna 30 de Septiembre de 2011.

Mientras el fuego me consume...

Fue el silencio y luego fue el ardor. Fueron las lágrimas que caían sin culpa sobre cada una de las penas. No sé si fue tu rostro o si fue tu voz, una de las dos me dejó perdida frente a tu mirada. Los culpables no son los ojos sino quien los mira, pero fue el segundo en que los encontré que no supe despegarme de aquel calor. Pero este no era nada parecido al ardor que ahora sentía, para nada. Este era el infierno, sentía cada segundo quemar mi piel y cada recuerdo era una brasa que ardía. De repente me sentí incendiada, sentí el fuego y no vi las llamas, sólo tus ojos. Escuchaba el silencio, pero sentía tu voz, un eco apagado que brotaba desde lo más hondo del ardor y eso me quemaba más que todo.
No eran palabras, ni eran ideas, sólo era tu voz, recordándome lo feliz que un día creí ser escuchándola. Ahora sólo escucho adiós, ¿De verdad lo escucho? No. Sólo es tu eco, apagándose mientras el fuego me consume…