sábado, 17 de septiembre de 2011

Y cada pincelada es una nueva esperanza…

Fue el triunfo, el triunfo de ganar lo que nunca pensamos que podríamos lograr. Fue la ilusión destruida y reconstruida en la victoria. Fue la unión y fueron las manos que trabajando juntas se convertían en una. Fueron las ganas y fue la energía, fueron las propuestas y los intentos.
Son los colores, que nos mancharon de fuerza, con los que nos pintamos de unión. Fue el dibujo, el trazo, la construcción en equipo y el logro de todos.
No lo logré yo, no lo logró nadie; lo logramos todos. Fue la buena onda, la predisposición para resolver los problemas, fue la frustración, que sin embargo se convirtió en ganas de trabajar, ganas de lograr.
Fue el miedo a la lluvia y el miedo en la lluvia. Fueron las mentes rápidas y los corazones acelerados, las respuestas inesperadas, las ilógicas y las resolutivas. Fueron esas manos que entre todos construyeron la salvación, fue el conjunto de todas ellas cuidando el tan preciado trabajo. Fue el pánico, pánico controlado. Era aquel que decía “¡No desesperen!”, el que tenía la presión por los cielos, porque era positivismo puro el que se convirtió en triunfo.
Fue el corazón de todos latiendo en la misma frecuencia. Fueron los mismos colores, en distintos tonos, en distintas densidades, en distintas cantidades y en distintas direcciones, pero todos éramos los mismos, pintando el mural, dejando una parte de nosotros en cada pincelada. El color esperanza impregnado en las manos, en las caras, en las voces, en la alegría.
Y es el éxito, lo que hoy, me llena de emoción! No todo ha salido como esperábamos, ¡Pero está en nosotros poder hacerlo mejor! Es este triunfo, el que tanto me gusta festejar, ¡Son estas cosas las que algún día quiero contar!

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